lunes, 19 de enero de 2015

Escena al azar

 (tomada de Cien años de soledad, novela de Gabriel García Márquez)

El día que Fernanda los descubrió besándose en el cine Meme supo que vendría algún castigo pero no le dio importancia porque su confianza en Mauricio crecía con el tiempo, y estaba convencida de que el amor siempre encuentra sus espacios.
Salió del cine sintiendo  todavía los labios de su amante sobre los suyos y durmió tranquila. Movida por una fuerza interna, que la guiaba con tranquilidad, decidió no bañarse la mañana siguiente. Ese cambio de hábito cambiaría por completo su cotidianidad.
Fernanda la había encerrado pero la libertad llegaba cuando caía la tarde y la sensación se estiraba hasta el otro día. Los encuentros amorosos con su amante a escondidas la llenaban de amor mientras acrecentaban el odio pasivo que sentía por su madre.
Entre mariposas y tragos amargos transcurrieron los meses del castigo.

La tarde que le dispararon a Mauricio, Meme sintió que le habían disparado directamente a ella. Escuchó el estruendo aterrador, entendió lo que sucedía y empezó a sentir que el dolor le chorreaba caliente por la espalda, la desintegraba. Resolvió no volver a pronunciar una palabra. Resolvió vivir muriendo y fue entonces que sin oponerse acató el destino que su madre le impuso.

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