sábado, 31 de enero de 2015

Deberíamos evitarlo

Él duerme en otra cama, lejos –nunca-, acompañado. Sueña otra vida, en otro tiempo. Ella no puede dormir, cruza la noche desnuda. Se pierde en el humo, tratando en vano, de remontar distancias.

lunes, 19 de enero de 2015

Escena al azar

 (tomada de Cien años de soledad, novela de Gabriel García Márquez)

El día que Fernanda los descubrió besándose en el cine Meme supo que vendría algún castigo pero no le dio importancia porque su confianza en Mauricio crecía con el tiempo, y estaba convencida de que el amor siempre encuentra sus espacios.
Salió del cine sintiendo  todavía los labios de su amante sobre los suyos y durmió tranquila. Movida por una fuerza interna, que la guiaba con tranquilidad, decidió no bañarse la mañana siguiente. Ese cambio de hábito cambiaría por completo su cotidianidad.
Fernanda la había encerrado pero la libertad llegaba cuando caía la tarde y la sensación se estiraba hasta el otro día. Los encuentros amorosos con su amante a escondidas la llenaban de amor mientras acrecentaban el odio pasivo que sentía por su madre.
Entre mariposas y tragos amargos transcurrieron los meses del castigo.

La tarde que le dispararon a Mauricio, Meme sintió que le habían disparado directamente a ella. Escuchó el estruendo aterrador, entendió lo que sucedía y empezó a sentir que el dolor le chorreaba caliente por la espalda, la desintegraba. Resolvió no volver a pronunciar una palabra. Resolvió vivir muriendo y fue entonces que sin oponerse acató el destino que su madre le impuso.

lunes, 12 de enero de 2015

Episodio de realismo mágico

Los habitantes de Macondo no tuvieron necesidad de llorar, el cielo lloraba flores amarillas  honrando la memoria de José Arcadio Buendía. Las primeras flores cayeron con la tarde, inundando con su aroma toda la región. Esa noche el fundador de Macondo hizo una recorrida por el pueblo. Saludaba desde lejos con la mano abierta y una sonrisa a todo aquel que se cruzaba o se asomaba a la ventana. Se estaba despidiendo de la materialidad.  Sus vecinos le devolvían el saludo y lo veían alejarse entre las callecitas. Andaba como si estuviera bailando con el viento y sonreía, disfrutaba del paseo que naturalmente finalizaría en el castaño. Su aspecto seguía siendo el mismo y lo conservaría por el resto de la eternidad: su pelo sucio, su rostro cansado y corroído por el tiempo. Sus ropas rotosas y su mirada perdida se contradecían con las sensaciones más puras.  Por primera vez en mucho tiempo  se sentía vivo  y los dolores comenzaban a abandonarlo.

Caminó toda la noche solo hasta que con el primer rayo de sol, Prudencio Aguilar apareció en el camino de regreso. No dijeron una palabra en todo el viaje. Cómodos y aliviados se acompañaron sin rencores por primera vez. Al llegar al castaño Prudencio se despidió con una mirada. El ritmo de la casa había disminuido. Todos sus integrantes deambulaban pensativos y aliviados. Transitaban un luto blanco por José Arcadio Buendía, que desde el otro lado de la muerte los acompañaba. 

lunes, 5 de enero de 2015

Descripción positiva

Una rugosa quietud les humedece la piel. Todo es pasto, todo es agua. Gotas cristalinas y ojos color negro bien abiertos sobreactuando indiferencia. Pequeños y como de gelatina se enamoran cuando muere la tarde de la Luna, refractan con sus rayos distintos verdes. Su respiración zen y su rítmica gutural se ensamblan con el silencio para embellecer la noche. Alimañas pacíficas. Príncipes jamás besados con pretensiones lisérgicas en contacto con la lengua.