lunes, 12 de enero de 2015

Episodio de realismo mágico

Los habitantes de Macondo no tuvieron necesidad de llorar, el cielo lloraba flores amarillas  honrando la memoria de José Arcadio Buendía. Las primeras flores cayeron con la tarde, inundando con su aroma toda la región. Esa noche el fundador de Macondo hizo una recorrida por el pueblo. Saludaba desde lejos con la mano abierta y una sonrisa a todo aquel que se cruzaba o se asomaba a la ventana. Se estaba despidiendo de la materialidad.  Sus vecinos le devolvían el saludo y lo veían alejarse entre las callecitas. Andaba como si estuviera bailando con el viento y sonreía, disfrutaba del paseo que naturalmente finalizaría en el castaño. Su aspecto seguía siendo el mismo y lo conservaría por el resto de la eternidad: su pelo sucio, su rostro cansado y corroído por el tiempo. Sus ropas rotosas y su mirada perdida se contradecían con las sensaciones más puras.  Por primera vez en mucho tiempo  se sentía vivo  y los dolores comenzaban a abandonarlo.

Caminó toda la noche solo hasta que con el primer rayo de sol, Prudencio Aguilar apareció en el camino de regreso. No dijeron una palabra en todo el viaje. Cómodos y aliviados se acompañaron sin rencores por primera vez. Al llegar al castaño Prudencio se despidió con una mirada. El ritmo de la casa había disminuido. Todos sus integrantes deambulaban pensativos y aliviados. Transitaban un luto blanco por José Arcadio Buendía, que desde el otro lado de la muerte los acompañaba. 

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