La niebla de polvo de diamante de Marte
y los vientos de Venus, que soplan en todas las latitudes, arrastran a
los cinturones nubosos de Saturno, formados por carbono puro y anhelos
descuidados, hacia el azul marino de Neptuno que se vuelve verde azulado sobre
Urano, formando de esta manera arrebatos brillantes. Todos estos movimientos
conciben piedras preciosas del tamaño de la desilusión que caen sobre Júpiter y
retumban en los hielos de Plutón; que a su vez congelan los sueños líquidos de
Mercurio; que a su vez generan lluvias ácidas sobre la Tierra que tiñen todo de
rojo aunque no lo veamos. En el mismo instante en que los rayos ultravioletas
caigan directamente sobre el Ecuador y la Luna bostece un desvío, parece que va
a llover.
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