Cien años de soledad es la novela más importante del escritor
Colombiano Gabriel García Márquez. Se llama así porque la historia transcurre a
lo largo de cien años en la que los integrantes de la familia Buendía, a pesar
de ser muchos, transitan vidas colmadas de soledad marcadas de antemano por el
destino que, plasmado en unos pergaminos escritos en sánscrito, pronostican la
desaparición de la estirpe y del pueblo que fundaron. Es la soledad, como
estado espiritual y no como ausencia de
compañía, el fundamento de su penar en un tiempo vacío y sin finalidad y se
traduce en una falta de comunicación entre las generaciones.
Los cien años reproducen el desarrollo de todas las civilizaciones (nacimiento, desarrollo, apogeo, decadencia, muerte) precisamente, las etapas por las que han pasado y siguen pasando la mayoría de las sociedades del tercer mundo.
Los cien años reproducen el desarrollo de todas las civilizaciones (nacimiento, desarrollo, apogeo, decadencia, muerte) precisamente, las etapas por las que han pasado y siguen pasando la mayoría de las sociedades del tercer mundo.
La historia comienza con una regresión al pasado a partir de la
memoria evocando un recuerdo frente a la certeza de la muerte. “Muchos años
después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel
Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota…”
Cien años de soledad refleja recurrentemente la idea de la
importancia de la memoria tanto para evocar el pasado como para eludir a la
pérdida y siempre para enfrentar al presente. Hace alusión a la necesidad de
recordar. Distingue un pasado muerto que quiere pasar por presente vivo y un
presente vivo que recupera el pasado.
Hay dos matrimonios centrales en la historia: Ursula-José Arcadio y
Aureliano Segundo-Fernanda.
Úrsula Iguarán, prima y esposa de José Arcadio Buendía, es el motor espiritual de
la familia, por momentos la voz de la razón y la conciencia temporal del texto
por su longevidad. Ella presenta el mito edípico, el incesto
y
sus
posibles
consecuencias,
la obsesiona la peligrosa idea de engendrar hijos con cola de cerdo. Es una mujer activa, menuda, severa,
enérgica, de nervios fuertes, emprendedora y trabajadora. Se mueve por
intuición. Utiliza la percepción de sus sentidos para manejarse,
comunicarse y entender la realidad que los otros no ven. Puede ver y
hablar con los muertos. Se enfrenta a su marido. Trabaja. Alimenta a su familia
y a los que no son de su sangre los acoge en la casa. Lidera Macondo por un
tiempo. Es una matriarca dedicada y laboriosa que mantiene unida a la familia
hasta que su lugar lo ocupa Fernanda. Cuida con constancia a sus hijos, a sus
nietos y a sus bisnietos. Hace incontables arreglos en la casa. En sus últimos años durante el aguacero
pierde completamente la vista aunque se maneja por la casa como si viera y de a
poco la demencia senil hace que se le
confundan los tiempos, las personas, los recuerdos con la realidad pero
igualmente sabe lo que hace cada miembro de la familia. Queda postrada en la
cama, arraigada a un rincón de la casa y
al olvido. Se consume sin dolor ni pena mientras sus tataranietos juegan con
ella como si fuese una muñeca. Espera que deje de llover para morirse. Vive
aproximadamente 120 años. Durante su entierro un calor sofocante invade
Macondo. Ya centenaria hace un balance de su vida y de su descendencia,
entiende a sus hijos.
Amaranta Úrsula, la única de seis generaciones que lleva su nombre,
tiene un hijo con cola de cerdo pero logra lo que Úrsula Iguarán quiso para su
estirpe: engendrar un hijo con amor.
José Arcadio Buendía es el fundador de Macondo. Abandona con su familia el pueblo en el que vivían debido a la presencia
del fantasma de Prudencio Aguilar, a quien
asesinó después de que éste lo ofendiera.
Es el patriarca de los Buendía. Es un hombre extraordinariamente
fuerte y grande, con una imaginación asombrosa. De gran fortaleza física y
voluntad inamovible, tiene ilusiones extravagantes y mucho interés por la
ciencia y la alquimia. Es aventurero e
idealista. De ser un líder voluntarioso y emprendedor en su juventud pasa a
ser descuidado y holgazán. No atiende a
su familia por indagar los inventos traídos por Melquíades. En su vejez se
vuelve loco, habla solo, no le hace caso a nadie. Lo atan a un árbol y luego a
la cama. Habla con Prudencio Aguilar, quien lo cuida, lo limpia y le da de
comer. Cuando muere caen del cielo flores amarillas.
Es incapaz de ser padre y de amar a sus hijos. El difunde la soledad
que marca a todos los personajes igualmente incapaces de ser padres. La
relación entre padres e hijos es inexistente. Los padres se desinteresan de la
prole.
Fernanda del Carpio es hija de una familia noble pero pobre. Nacida lejos de Macondo es
criada en un ambiente de alta burguesía. Su infancia y adolescencia las pasa en
un convento donde la preparan para ser reina. Cuando vuelve a su casa su madre
había muerto, vive silenciosamente con su padre hasta que Aureliano segundo
llega a buscarla para casarse con ella luego de verla en el carnaval de
Macondo. Se casa enamorada. El matrimonio tiene a José Arcadio (Fernanda desea
que estudie para papa), a Meme (Renata Remedios encerrada en un convento lejos
del pueblo) y luego a Amaranta Úrsula (se va a estudiar a Bruselas).
Su carácter es dominante, neurótico y perfeccionista, con el que
logra imponer sus rígidas costumbres en la casa de los Buendía luego de que
Úrsula se quede ciega: Prohíbe comer en cualquier horario en la cocina. Acaba
con el negocio familiar de de repostería y animalitos de caramelo. Se entera que
Aureliano Segundo tiene otra mujer, pero se resigna a guardar las apariencias y
éste permanece con las dos. Cierra las puertas de la casa para siempre. Balea
al amor de su hija y luego la destierra. Cría a su nieto sin amor y no le dice
la verdad sobre su origen. Hace todo lo posible para ocultar al mundo sus
defectos. Su carácter es también oscuro, triste, y caprichoso, es muy
religiosa, fría y desalmada.
Sus pretensiones de nobleza le
impiden adaptarse bien a la vida de los
Buendía. Mujer dura y conservadora vive de apariencias. Está enferma pero no
quiere que la revisen y se cartea con médicos invisibles. Es hermética, no les
cuenta la verdad a sus hijos cuando les manda cartas.
Su llegada a la casa de los Buendía marca el principio de la
decadencia de Macondo.
Muere comida por la nostalgia de su niñez y la añoranza de volver a
ver a sus hijos cuatro meses antes de que José Arcadio volviera de Roma y la
encuentre intacta y “más bella que nunca”. Fernanda no fue amada. Vivió
intoxicada de prejuicios.
Aureliano Segundo es hijo de Arcadio y Santa Sofía de la Piedad, gemelo de
José Arcadio Segundo. Aureliano Segundo y José Arcadio Segundo son como
espejos. Comienzan a diferenciarse en la adolescencia. En su infancia fomenta
la soledad del taller del Coronel Aureliano Buendía. Parecido a los Aurelianos
es callado, ensimismado y se interesa por la alquimia. Petra Cotes lo saca de
su ensimismamiento y lo vuelve una persona extrovertida. Comparte por un tiempo
a Petra Cotes con su hermano sin que ninguno de los dos lo sepa. Cuando
descubre el amor también descubre las fiestas, el derroche y comienza a
encarnar las características de los José Arcadios es monumental como el abuelo,
es bullicioso e impulsivo, sociable y parrandero.
Disfruta de los placeres al extremo. Es dinámico, mujeriego y emprendedor.
Hace de todo para casarse con Fernanda, tiene tres hijos con ella. Se pasa
media vida en la casa de los Buendía y otra media en la casa de Petra Cotes.
Mientras vive con la amante, el ganado se reproduce y su fortuna crece hasta la
llegada del diluvio. Después del diluvio, su fortuna desaparece y Aureliano
Segundo pasa los últimos años de su vida vendiendo rifas para mantener a su
familia y para que su hija pueda ir a estudiar a Bruselas.
Muere por problemas respiratorios al mismo tiempo que su hermano.
Durante el funeral sus cuerpos son
intercambiados y uno es enterrado en la tumba del otro.
Este matrimonio simboliza el cruce entre el recato y las “buenas
costumbres” y el desenfreno de los placeres.
Los nombres se repiten y cada uno implica rasgos típicos. Las
características de los personajes se heredan de generación en generación. Los
nombres Aureliano y José Arcadio nos hablan del eterno retorno, de la historia
cíclica. Entre las mujeres se repiten las Úrsulas, las Remedios y las
Amarantas. En esta identificación de
rasgos comunes se pierde la individualidad. Todas las generaciones construyen
continuamente para destruir, prisioneras de un círculo vicioso. La división
entre las funciones de los hombres y de las mujeres perdura los cien años: los
varones son activos y productores, trabajan, se enriquecen, van a la guerra o
están dispuestos a lanzarse a aventuras descomunales. Las mujeres permanecen en
el hogar, se ocupan de las tareas domésticas, en tiempos de crisis pueden
generar algún negocio casero como los animales de caramelos o las rifas. Los
hombres son caprichosos, soñadores, propensos a la ilusión, débiles y
descarriados. En cambio las mujeres son sólidas, constantes y modelos de
estabilidad y orden. Mientras que los hombres son amos y señores del mundo las
mujeres son amas y señoras del hogar. Tiene una autoridad ilimitada sobre los
hijos y nietos, aún cuando estos crecen. Deciden desde la cuna la vocación de
los varones o el final de las mujeres. Existe una atracción apasionada entre
los miembros de la familia.
Los personajes con más de cien años representan la tensión
tradición-modernidad. El pasado no se pasa y el futuro no se advierte. Los
vivos están muertos y se abstraen de la realidad en un largo período de no
existencia. Hay una suspensión entre el mundo de los vivos y el de los muertos
que genera que lo inactual adquiera una actualidad problemática. Los muertos
representan un pasado no superado. Son muertos que no se mueren y se congelan en las obsesiones que los
caracterizan. Simbolizan un pasado tormentoso.
El realismo mágico tiene un fuerte arraigo en el continente y
condiciona la manera de narrar y ver la realidad social, política y cultural de
sus. Lo maravilloso refleja características típicas de los pueblos
latinoamericanos. Hay una fuerte aparición de la naturaleza con proporciones
grandilocuentes que acompañan las
peripecias humanas o las condicionan. En Cien años de soledad aparecen la
conquista y el descubrimiento de América envueltos en la ficción. La temática
de la tierra puede verse desde el comienzo de la novela marcado por la
fundación de un pueblo dentro de una geografía latinoamericana. La novela mezcla a las clases populares con la presencia
de lo culto y civilizad. Se da cuenta
del mestizaje humano y cultural y la simbiosis de las tradiciones indígenas y
la española. Se combinan la ciencia con la magia y lo indígena con lo criollo.
Fenómeno fundamental para el desarrollo de la historia. La inestabilidad
política aparece representada en la sucesión de guerras, revoluciones y
contrarrevoluciones, dictaduras, colonización económica. Distintos personajes
representan a las oligarquías nacionales, la miseria y humildad de los
campesinos, la crueldad del hacendado, los explotados, sindicalistas, etc. La
desigualdad social y la extranjerización de tierras de la mano de la
explotación y la represión pueden notarse claramente en el caso de las
bananeras. Macondo, este pueblo aislado de la civilización, de a poco va
progresando y a la vez se destruye acompañado siempre por la presencia de la
naturaleza.
Tanto los fluidos como el color amarillo son aspectos recurrentes.
Simbolizan en la novela lo trágico, la descomposición, la muerte y la pasión.
El amarillo es el signo precedente de la sangre. Los fluidos aparecen como
metáforas que se desbordan, fluyen o dan asco como en cuestiones escatológicas.
Generalmente están relacionados con lo corporal, la pasión o con la muerte. Cabe observar que
el olvido y la negación de la memoria están relacionados con episodios
apocalípticos. El olvido influye en la vida de Macondo. Varios puntos importantes de la novela residen en lo
dudoso de la memoria, tanto individual como colectiva. La memoria constituida
por selección, restringida por el olvido, formada por el lenguaje y
reconstruida en función del contexto constituye un elemento fundamental en la
obra de García Márquez. El libro en si es un espacio, una “máquina de la
memoria” que mantiene vivo el recuerdo del reprimido.
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