domingo, 3 de mayo de 2020

Diario del fin del mundo #2

Día 16

Diez años después él apareció junto con la pandemia.
Las cosas son de otra manera.
Los círculos tienen salida y las esponjas ventanas.

Soñé con ella. Nos besábamos.

Le conseguí clonazepam al perro.

Dormí una siesta.

Día 17

Cuando salgo a comprar algo me agarra paranoia. Vuelvo y me lavo las manos un minuto, dejo las zapatillas afuera, tiro alcohol, limpio lo adquirido, me vuelvo a lavar las manos. A medida que aumentan los días sin salir se me pasa y los segundos recomendados de lavado de manos con jabón se vuelven cinco o una vuelta y media y listo. Me obligo a hacerlo correctamente mientras pienso en lo difícil  que me resulta ubicarme en el aquí y el ahora, en lo difícil que es no poder aguantar veinte segundos haciendo algo. Entonces trato de frenar la ansiedad y vuelvo el lavado de manos una especie de meditación en movimiento, de ubicación inmanente en tiempo y espacio. Basta con ser yo me digo.

Tenemos semillas del INTA: cebolla, zanahoria, habas, puerro, perejil, arvejas, remolacha, rabanitos, achicoria, coliflor. Ya hay algo plantado y creciendo, además de flores.

Hoy vi: una gata peluda, una rata muerta en el medio de la calle, una mantis religiosa, una langosta gigante, mariposas, un cienpies en la pared que parecía muerto pero estaba vivo y se escapó de la basura cuando lo barrí, un caballo que pasó por la puerta de casa y acaricié.

Día 18

Me desnudo frente al espejo y juego a reconocerme.
Después de un rato me rindo.

Día 19

Casi me desmayo en la veterinaria. Mi acting fue una vez finalizada la extracción. Me tuve que sentar y tomar un vaso de agua.
Ayer a la noche, tarde,  fuimos hasta la farmacia del centro. A pesar de que Nacha se sentía mal, el paseo estuvo bien. Noche clara y fresca.

Día 20

Mati  hace una videollamada diez años tarde.
Nacho escucha los mensajes con una semana de delay.
El Dr. Mariano me manda mails y su novela en cuatro entregas.
Andrés me llama a la hora de la siesta.
Marcos le pregunta a mi vieja cómo estoy.
Karen me cuenta que no puede llorar.
Caro rompe la cuarentena y almuerza con una amiga.
Jesús responde por Instagram cuando quiere y quiere poco.

Día 21

¿Existe la música triste o existe música que nos entristece?
La música por su propia cualidad no puede ser triste.
Silencio serrano que habilita mi mente.
Amplios espacios blancos, luminosos, perfumados.

De golpe hay gente que queda tan lejos que no sé cómo volver.

Día 22

Para donde miro hay vida. La naturaleza se abre paso sin pedir permiso y a toda velocidad, complejizando, simplificando y hermoseando todo.
Hoy las mariposas son grandes como la palma de mi mano.
No entiendo bien por qué después de semejante dolor y desilusión que me causó lo sigo queriendo. El amor es así supongo, muta y no necesita explicación. Lo otro que pensé es que lo conocido me da seguridad y que no comprendo bien a qué me refiero con seguridad. Porque una persona que no supo tener ni un solo gesto de cariño y respeto en uno de los peores momentos de mi vida ¿qué seguridad puede darme?
La única certeza en este lío es que ya no tiene poder sobre mí.

¿No encontrar algo es perderlo?

Día 23

Escucho voces que me nombran y se pierden.
El caos es otra manera de orden.


El orden no existe.

Día 24

Soñé que no tenía plan para el sábado a la noche y eso me angustiaba pero como las tres opciones posibles no me convencían elegí la angustia y no el arrepentimiento.

Tengo los ojos pulverizados de mirar tanto tiempo una pantalla pero el alma calma. Leí de un tirón El nervio óptico de María Gainza. Gracias a ella conocí a varios artistas, Rothko fue el que más me gustó. Libro íntimo y profundo que me acompañó de manera muy cálida en este sábado fresco y silencioso.

Día 25

¿Cómo será su ropa de cama / el patio de su casa / el nombre de su gato?
¿Cómo serán sus días de mal humor / sus pies / sus gestos mientras duerme?

Estuve pensando en mis oscuridades,
ese lugar seguro dentro mío que me entumece y me consume,
                                         me apaga.
Me cuesta salir de la parálisis, cuando era joven me atrevía rápidamente a acercarme a quienes me atraían. Ahora, observo obnubilada, escribo agazapada en mi deseo y me resisto a fluir hacia un cuerpo que me seduce.

Pensé en escribirle
                               contarle
                               que le escribo poemas
                               y que me gusta tanto.
Pensé en escribirle
                               hacerle una invitación
                               -cuando termine la cuarentena-
                               a mi casa con jardín
                               para que se despeje
                               y,
                               si tiene ganas,
                               besarnos por horas y horas.

Día 26

Dormí hasta tarde. Existí.


Día 27

Me acompañó al cajero y me esperó a la salida del super. El único que me acaricia es el sol.

Día 28

Le escribí.
No le conté ni que le escribo poemas ni que me gusta tanto pero la invitación está hecha.
No se si considerarlo como un pequeño acto de valentía o una cursilería espantosa.

Lijé las tablas, me aplasté un dedo.

El nervio óptico sigue resonando en mi cabeza. Recordé el fondo de la casa de mi abuela con su marco dorado y las barcazas en el río de los cuadros del tío Manolo; los retratos monocromos del tío Carlos, la abstracción llena de colores del tío Claudio, los interrogantes de mamá, las infantas, las frutas, la etapa azul de Picasso, la habitación de van Gogh y la ventana de Dalí en vivo y en directo.

Día 29

Me respondió amablemente.
Estoy alegre y aterrada.
Los colores y la primera estrella del atardecer son más nítidos que ayer.

Día 30

El día después de saber que existo dentro de su universo cognitivo el mundo sigue siendo un lugar hostil. Pasé la tarde bajo el sol,
desmotivada.

Día 31

Lo más interesante de la mañana fue la taza blanca llena de café sobre el pasto crecido.
Empecé Apegos feroces de Vivían Gornik. Feroz es su escritura desafiante y descriptiva.
Dormí cuatro horas de siesta.
A la noche charlé con otro humano por wa.

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