sábado, 2 de mayo de 2020

Diario del fin del mundo #1




Día 3


Es el tercer día de aislamiento social obligatorio. Una pandemia recorre el mundo y si bien la tasa de mortalidad es baja el contagio es rápido. Elimina, sobre todo, mano de obra no productiva (personas mayores y enfermos), a la mano de obra del futuro no la mata. ¿El mundo va a dejar de ser como lo conocemos? Espero, porque la “normalidad” que venimos manejando es bastante despiadada. Estamos en cuarentena y si bien aún no se nota la diferencia, la idea me asusta y me angustia un poco.
Estar viviendo acá marca la diferencia, esta situación en pleno cemento me pegaría para el carajo. Nuestro aislamiento es en una casa con pileta (aunque la usemos poco suma). Por ejemplo ahora, mientras en Italia se muere gente en cantidad (casi 600 personas por día) yo escribo desde el jardín, viendo verdes y amarillos, mariposas y como los árboles se pelan con la llegada del otoño.


Día 4


Es domingo pero podría ser martes o jueves, da lo mismo.
¿Qué se puede hacer si la gente no cambia? Por suerte ya estoy en otro lugar, en otros lugares.
Para sumarle angustia al día Bowie cazó un gorrión. Vi como con sus últimas fuerzas luchó, en vano, por escapar y no morir.


Día 5


Cuando abrí la celosía de la ventana de mi habitación entró una tarántula bastante grande. A las puteadas la maté con un borcego, la levanté con una servilleta y la tiré a la basura. Me asusté y aunque soy una asesina logré que no se meta en las mochilas con papeles.
No me puedo concentrar en nada.
El silencio es atronador y encantador y en el se encuentra la verdad.


Día 6


Todos los días temo y me angustio aunque se un ratito.


Día 7


Me desperté y la habitación estaba llena de langostas. No me alteré y seguí durmiendo en el sueño.


Me picó una araña. Nada grave.


Día 8


Salí a hacer las compras. La ciudad está desierta, como si fuera un escenario de The walking dead pero limpio y ordenado. Creo que me gusta más esta realidad sin tantos humanxs dando vueltas.



Día 9


La llamé a mi abuela. Hablamos poco, me corta rápido. Lo nombró a mi papá, es la mejor manera que encontramos de estar juntas.  


Día 10


Vicente me quiso morder. Estaba comiendo caca y cuando lo quise disuadir se enojó. Le di un chirlo fuerte. Se me fue la mano. No era la intención.
Dormí mal.
Soñé que iba a visitar a alguien que había parido recientemente y cuando fui a ver al bebé, era un perro.
Leí por ahí que las no ganas de hacer nada son porque estamos pasando un duelo.
No es lo mismo ver teatro por Internet.


Día 11


Leí la mitad de un libro de Ponge, “De parte de las cosas”. Es increíble como carga de vida y particularidades objetos, animales, lugares.


Día 12


Me tomé la fiebre.
Si me muero…no se, espero que no.
No me quiero morir sola.


Día 13


Mi aislamiento es privilegiado: tengo casa, comida, Internet, compañía, ventanas, verde y cielo. Sin embargo, los fantasmas de mi misma se sientan a los pies de la cama y lo oscurecen todo.


Día 14


Del lado izquierdo del jardín crecen hongos y del lado derecho hormigueros.
Soñé con la voz de mi tía llamándome.
Hay una mosca muerta en el cenicero y un silencio absoluto. Hoy no cantan los pájaros, ni relinchan los caballos en el monte ni se escucha el rumor lejano de ningún cuarteto.

Fui a la verdulería. Salvo por la paranoia que me genera salir de mi casa-bunker-del-fin-del-mundo disfruto del afuera sin gente a la vista. Llegando a la ruta el ritmo aumenta, los perros dejan de abundar en el paisaje y más humanxs se hacen presentes.
Volví caminando bajo la lluvia.
Tengo tos.



Día 15


Nacer. Vivir. No molestar. Satisfacerse. Morir.

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