lunes, 2 de marzo de 2015

Memoria y despedida

Una amiga me comentó que tiene problemas con los recuerdos. Por eso estoy escribiendo esto, en su honor y a modo de despedida.
La memoria no es la facultad de revivir lo pasado ni la de conservar y recordar los conocimientos adquiridos; si no más bien la de conservar pensamientos para luego reproducir estados de conciencia ya experimentados. La memoria es sensible, es mujer y  a veces, ininteligiblemente depende de la inteligencia.
La memoria es compleja y se pueden distinguir cuatro momentos:
1)   Fijación y conservación (de los recuerdos).
 Aquí, la inteligencia es un factor importantísimo de la conservación y la organización de los recuerdos. La intensidad y la repetición son factores que intervienen en la organización de las ideas. Suele decirse que se fijan y se conservan mejor las ideas (y sentimientos) cuanto mayor haya sido la impresión vivida y cuanto más unidas entre sí estén por la lógica.
2)  Reproducción (de los recuerdos).
Si no se presentan solos, esta etapa supone un esfuerzo para activar la asociación de ideas y así encontrar el recuerdo buscado.
3)  Reconocimiento (de los recuerdos).
El recuerdo comienza a ser verdadero cuando: lo reconocemos como algo íntimamente personal, lo reconocemos como  un estado ya experimentado  anteriormente, lo reconocemos como un  elemento del pasado.  Por eso la memoria se diferencia de la imaginación y ambas de la percepción.
4)  Localización (de los recuerdos).
Para conseguir esto la memoria hace un recorrido por  diferentes y  viejas situaciones para encontrar el lugar donde se encuentra el recuerdo buscado. El camino de los antiguos estados de conciencia está formado por sucesos importantes alrededor de los cuales se clasifican y ordenan los de menor intensidad.

Y acá comienza la despedida, un poco más sinceramente.

Lo que estoy intentando decir, por fuerte que suene y a pesar de ser filosofía barata, es que: la cantidad de repeticiones es inversamente proporcional a la atención que se le da a la lección por aprender. Y que memoria no sólo son recuerdos si no también conocimiento. Y que el conocimiento se reduce a la sensación y a las transformaciones de esa sensación, ya que todas las ideas vienen de los sentidos. Y que las observaciones activas y sus reflexiones concomitantes se relacionan intrínsecamente con la atención que uno presta y con la moral. Y que la verdad tiene que estar siempre de acuerdo consigo misma.
También intento decir que: para aprender a pensar, indispensablemente hay que ejercitar la memoria. Para retener las cosas, lo mejor es unirlas según su orden natural, hay que comprender para animarse recordar (o tal vez recordamos para no dejar de comprender). Se aprende muchísimo mejor cuanto más se comprende el encadenamiento de ideas, sentimientos e imágenes. Sucede todo lo contrario cuando se avanza en pequeños fragmentos.


Aprender a clasificar ideas, aprender a ordenar recuerdos, aprender a distinguir lo accesorio de lo esencial, es aprender a olvidar. Y aprender a olvidar es una regla sumamente importante para no sobrecargar la memoria y mantenerla siempre pronta y limpia de inutilidades.

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