jueves, 26 de febrero de 2015

Hiroshima mon amour de Alain Resnais

Hiroshima mon amour relata el encuentro amoroso entre una actriz francesa y un japonés cuyas historias personales convergen a través de la narración. La relación amorosa se convierte entonces en un proceso introspectivo a través del cual la mujer reconstruye su pasado y le  revela a su compañero sus sentimientos más íntimos. Esta historia de amor está cargada con la agonía que la bomba atómica imprimió en los protagonistas,  que se vuelven testigos. Las horrorosas consecuencias en la memoria del japonés y la visión sobre lo sucedido que aporta la mujer dan a este idilio el trasfondo conmovedor de una tragedia mundial. Marguerite duras dio al guión un estilo literario que potencia al montaje visual y sonoro como elemento fundamental para la construcción de imágenes-pensamiento.
La historia transcurre en presente pero busca en las memorias de estos dos personajes lo que queda vivo del pasado, coexistiendo así ambos tiempos. Las escenas de Nevers son imágenes mentales de la mujer. El enlace entre pasado y presente se establece a partir de los cuerpos (hay un encadenamiento de la mano del japonés con la mano de la amante alemán muerto el día de la explosión de la bomba). Estas imágenes-pensamiento que indagan sobre la dinámica de la memoria quiebran el tiempo real a partir del  tempo cinematográfico. Nevers e Hiroshima son espacios simbólicos identificados con la evolución psicológica de los personajes.
Cada personaje pregunta sobre el pasado del otro buscando elementos propios mientras las imágenes aparecen desde el encierro de las habitaciones de un hotel y cafés nocturnos. La exterioridad  se apodera de los estados internos y tiene tres componentes simbólicos: los cuerpos (el amor carnal), Nevers (lugar de origen de un amor que se prolonga en otra persona) y el río Ota (el tiempo que no para de fluir). Lo “cerrado” del montaje consigue abrirse a múltiples interpretaciones.
Alain Resnais aproxima dos culturas distantes por medio de la memoria. Prescinde de imágenes reales de los lugares afectados por la bomba (museo, plaza,  hospital) a través de la puesta en escena para darle potencia a la dimensión psicológica y no detenerse en lo realista. El montaje cerrado invita a  múltiples interpretaciones. En la habitación donde los amantes se abrazan, en medio de un encuentro erótico, sobrevuelan la matanza y el dolor. El relato está marcado por los recuerdos, por las nuevas sensaciones frente al pasado y define a los amantes como la confluencia de dos memorias que constituyen la metáfora de la imposibilidad de unión de dos en una sola subjetividad.


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