Hiroshima mon amour relata
el encuentro amoroso entre una actriz francesa y un japonés cuyas historias
personales convergen a través de la narración. La relación amorosa se convierte entonces en un proceso introspectivo a
través del cual la mujer reconstruye su pasado y le revela a su compañero sus sentimientos más
íntimos. Esta historia de amor está cargada con la agonía que la bomba atómica
imprimió en los protagonistas, que se
vuelven testigos. Las horrorosas consecuencias en la memoria del japonés y la
visión sobre lo sucedido que aporta la mujer dan a este idilio el trasfondo
conmovedor de una tragedia mundial. Marguerite duras dio al guión un estilo
literario que potencia al montaje visual y sonoro como elemento fundamental
para la construcción de imágenes-pensamiento.
La historia transcurre en presente pero busca en las
memorias de estos dos personajes lo que queda vivo del pasado, coexistiendo así
ambos tiempos. Las escenas de Nevers son imágenes mentales de la mujer. El
enlace entre pasado y presente se establece a partir de los cuerpos (hay un
encadenamiento de la mano del japonés con la mano de la amante alemán muerto el
día de la explosión de la bomba). Estas imágenes-pensamiento que indagan sobre
la dinámica de la memoria quiebran el tiempo real a partir del tempo cinematográfico. Nevers e Hiroshima son
espacios simbólicos identificados con la evolución psicológica de los
personajes.
Cada personaje pregunta sobre el pasado del otro
buscando elementos propios mientras las imágenes aparecen desde el encierro de
las habitaciones de un hotel y cafés nocturnos. La exterioridad se apodera de los estados internos y tiene
tres componentes simbólicos: los cuerpos (el amor carnal), Nevers (lugar de
origen de un amor que se prolonga en otra persona) y el río Ota (el tiempo que
no para de fluir). Lo “cerrado” del montaje consigue abrirse a múltiples
interpretaciones.
Alain Resnais aproxima dos culturas distantes por
medio de la memoria. Prescinde de imágenes reales de los lugares afectados por
la bomba (museo, plaza, hospital) a
través de la puesta en escena para darle potencia a la dimensión psicológica y
no detenerse en lo realista. El montaje cerrado invita a múltiples interpretaciones. En la habitación donde los amantes se
abrazan, en medio de un encuentro erótico, sobrevuelan la matanza y el dolor.
El relato está marcado por los recuerdos, por las nuevas sensaciones frente al
pasado y define a los amantes como la confluencia de dos memorias que
constituyen la metáfora de la imposibilidad de unión de dos en una sola
subjetividad.
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