Tanto el cine
de los `60 como el de los `90 nace de un inconformismo y se opone al cine anterior. Estas generaciones consiguieron
renovar el imaginario del cine transformando la forma tradicional del relato y
utilizando al medio como forma de expresión y no como producto de consumo. La
temática más clara de estas generaciones es la preocupación por mostrar y denunciar la realidad socia del
país. Los Films cuentan con una fuerte crítica cultural que incluye al propio
cine. Rechazan imágenes del populismo estético e incluyen la extrañación de la
que habla Brecht, reflexión, desautomatización, ver una realidad más amplia. Otras
constantes entre ambas cinematografías son las producciones flexibles, con
presupuestos reducidos, las estrategias de producciones independientes, la
experimentación y el rol de antihéroes que cumplen los personajes,
políticamente incorrectos. Tanto en los `60 como en los `90 se plantea el
intento de que los espectadores se sientan representados, la recuperación de un
sentido de lo verosímil, la reaparición de la ciudad como un protagonista, la
búsqueda de un imaginario propio. Una diferencia entre estas generaciones es
que en los `60 los espacios comunes de encuentro entre los jóvenes cineastas
amateurs eran los cineclubs. Fue en los `90 cuando aparecieron escuelas donde
aprender de manera sistemática que aportaron reflexión teórica a la producción,
diferentes ámbitos de exhibición no comercial y nuevas publicaciones
relacionadas con la crítica.
Mientras que en
la década del `60 los Films retratan el deseo de los jóvenes de salirse del
sistema el nuevo cine argentino de los `90 retrata jóvenes que hacen lo
imposible ya no por salirse del sistema si no por entrar. En los `60 vemos jóvenes
que se oponen a una figura paterna autoritaria, rechazando de esta manera el
estado de autoritarismo que se vivía en el país. Un buen ejemplo es Los de la
mesa 10 (Simon Feldman. 1962) que muestra conflictos generacionales y rebelión
juvenil. Esta película trata la relación
entre padres e hijos desde el punto de vista de los jóvenes, ya no será el
punto de vista del padre quien cuente la historia. María y José quieren casarse
pero como son de diferentes clases sociales los padres se oponen. La pareja
busca salida en la mesa 10 del bar que frecuentan. En la década del `90
problemas sociales y económicos terminaron de descomponer la estructura
familiar tradicional. En este marco aparece Pizza, birra y faso (Bruno Stagnaro
e Israel Adrián Caetano. 1998) donde encontramos un grupo de jóvenes marginales
que se reúnen por identificación e intentan construir su identidad a través de
la identidad colectiva de los que consideran pares. La idea de familia seguirá
existiendo como grupo de personas con fin común pero no necesariamente padre, madre
e hijos. El padre autoritario pasa a ser un padre ausente y la familia se
vuelve disfuncional pero en la que, por la falta de figuras paternas, hay una
reubicación de roles dentro del grupo, que posibilitan la concepción de tal
como un grupo familiar.La familia, que comienza siendo patriarcal con un padre sostén,
pasa por una sociedad donde la mujer lucha con las mismas armas que el hombre.
De la incomprensión de la juventud se llega a un estado de abandono de los
hijos, que se mueven sin motivaciones ni objetivos como destino trágico e
inevitable. Los personajes intentan comunicarse aunque tal vez no sepan como.
De esa incomunicación se desata la violencia. La unión entre pares es lo que
perdura y el amor como norma de unión engendrará respeto mutuo y solidaridad
entre los integrantes de la familia o grupo de pares.
Aparte de una política oficial adversa las semejanzas del
cine de las dos época se relaciona con una postura en contra del cine comercial
que n sentían representativo, la búsqueda de autenticidad, de identidad y de un
imaginario propio dentro de un clima de renovación cultural influenciado por
las vanguardias provenientes de diferentes partes del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario